Por Laila Kale

 «Al rico helado de piña para el niño y la niña»…

 

Da igual si no eres de la generación de Barrio Sésamo, esta frase memorable la han escuchado niños y mayores a lo largo de las últimas décadas cada vez que llega el verano. El calor abandera la estación estival y el cuerpo nos pide ingerir alimentos refrescantes, hidratantes y que nos den sensación de frescor y cómo no, que tengamos el deseo de comernos un helado cada dos por tres, es algo más que normal.

Los helados como todo en el mundo de la gastronomía, también han evolucionado. Atrás quedó la arcaica idea de que únicamente pueden ser dulces. Se han ido ganando poco a poco un sitio en la cocina de vanguardia, dándole a muchos platos un toque innovador y diferente. Sus sabores son curiosos, creativos y aventurados: de diferentes tipos de quesos, de jamón ibérico, de pescados y mariscos, caviar, e incluso los chefs más imaginativos y arriesgados han llevado a cabo platos tan tradicionales como la tortilla de patatas, los callos, la fabada o la empanada gallega, a su versión helada. Que no sea por innovar.

En otro aspecto también han debido adaptarse a las circunstancias del momento. Con el aumento progresivo y ascendente de las intolerancias y las alergias, han tenido que reinventarse en versiones sin gluten, sin lactosa y aptas para veganos, para que nadie quede libre de poder caer en la tentación y disfrutar de ellos. Lo que sí es cierto es que, en cualquiera de sus interpretaciones, forman parte de nuestra alimentación durante un periodo amplio del año, así que lo más conveniente es que los consumamos de calidad.

Siguen las mismas reglas que cualquier alimento; contra menos procesados e industrializados los comamos mejor que mejor, aunque es cierto que es lo más cómodo. Se compran, los guardas en el congelador y listo. Pero, ¿te has parado a pensar en todo lo que llevan? Los de hielo, los preferidos por los más pequeños, con sus colores vistosos y llamativos —del todo irreales—, se logran gracias a colorantes artificiales nada saludables, además de contener azúcares refinados, glucosa y jarabes a mansalva. Por si eso fuera poco, también contienen aditivos de todo tipo: aromatizantes, conservantes y estabilizantes, a cuál de más dudosa reputación, y los cremosos tampoco se libran. A la que llevan algo de chocolate, es difícil que no incluyan aceite de Palma y el resto de sabores más de lo mismo, las grasas saturadas de penosa calidad son un ingrediente que está generalmente presente en su composición.

¿Entonces, hay quedarse sin disfrutar de los helados? ¡en absoluto! Como casi todo, un poco de vez en cuando no hacen mal a nadie, lo malo es cuando lo normalizamos y lo convertimos en un hábito. Pero esta regla tampoco consuela. Comerse dos helados en todo el verano no es una solución, es más bien una condena. Así que la mejor opción para comerlos cuando nos plazca, es hacerlos nosotros mismos en casa.

Es muy fácil encontrar distintos tipos de moldes para hacerlos divertidos y originales y hay formas de elaborarlos rápidas y sencillas sin la necesidad de tener una heladera. ¿Para qué meternos más químicos? Bastantes nos ponen ya en todo, como para hacer de un placer un calvario para el organismo.

Por eso en esta ocasión os quiero facilitar unos tips muy sencillos para hacerlos vosotros mismos en casa de manera rapidísima y práctica, al mismo tiempo que saludable y nutritiva.

 

HELADOS DE HIELO CASEROS

 Este tipo de helado tiene como ingrediente principal el agua. Pero claro, el agua por sí sola no apetece. A nadie se le antoja comerse un cubito de hielo. Es insulso y aburrido, por ello vamos a saborizarla de manera natural y estas son algunas sugerencias.

Helado verde de limón

4 limones

1 Tz de espincas

4 TBsp sirope de Agave

1/2 Litro de agua

Un poco de ralladura de la cáscara del limón.

 

Tan sencillo como exprimir los limones, e introducir todos los ingredientes en el robot de cocina. Procesarlo todo a máxima potencia durante un par de minutos para que las espinacas se pulvericen. Poner en moldes para helado y llevar al congelador mínimo 4h antes de desmoldar y consumir.

 

Helado de Sandía y Remolacha

1 sandía mediana

1 remolacha

1 TBsp Sirope de Agave

1 Tz de agua

 

Licuad la remolacha y reservad. Quitadle a la sandía la corteza y las pepitas, troceadla y metedla en el robot de cocina junto con el sirope, el agua y el jugo de la remolacha. Trabajad a máxima potencia unos minutos. Enmoldar y congelar mínimo 6 horas antes de desmoldar y consumir.

Podéis hacer helados de hielo de infinitos sabores con bases de zumos, bebidas vegetales o leche convencional agregándoles (si lo deseáis) endulzantes naturales y aromatizarlos con canela, vainilla, clavo, agregando cacao soluble o café o hierbas aromáticas como hierbabuena, albahaca o incluso hacerlos de infusiones. Hay un abanico de posibilidades infinitas.

 

HELADOS CREMOSOS CASEROS

 

Aquí es cuando casi todo el mundo se asusta. Es cierto que conseguir la cremosidad característica de este tipo de helados sin una heladera es muy complicado, a no ser que cada veinte minutos hagamos una excursión al congelador para mover la mezcla, y aun así no tenemos el éxito garantizado.

La heladera es un recipiente con un aspa interior gira de manera envolvente, homogénea e ininterrumpida mientras lleva la mezcla a la temperatura de frío necesaria, para así evitar así la formación de cristales. Sin ella y sin pedirnos el día libre para ir removiendo el asunto cada dos por tres, difícilmente lograremos el mismo resultado. ¡Pero sí se puede! ¿Cómo? Sencillamente cambiando de técnica.

Como nuestros helados cremosos van a ser naturales, los haremos de frutas naturales. Para ello lo primero es limpiar bien la fruta y congelarla. Por ejemplo, pelaremos un plátano, le quitaremos las hebras, lo trocearemos y lo meteremos en una bolsa zip de congelación. Lo mismo con fresas, arándanos, frambuesas, kiwis, piña, mango, etc. Transcurridas unas 4h-6h (podéis hacer este proceso de una noche para el día siguiente así no tenéis que esperar), meteremos la fruta escogida en el robot de cocina, le añadiremos un chorrito de una bebida vegetal o leche convencional, lo endulzáis un poquito si queréis con un endulzante natural, y a triturarlo a máxima potencia hasta obtener una textura cremosa. ¡Queda listo en el acto para ser consumido! Y si os sobra cantidad, lo metéis en un recipiente en el congelador y lo tendréis listo para consumir en otro momento.

No me digáis que no os lo he puesto fácil! Ya no hay excusa alguna para disfrutar de los helados de una forma sana y natural este verano.